En el año 2000, emigré de mi país hacia Italia con la esperanza de encontrar una mejor calidad de vida. En ese momento, no contaba con los recursos económicos necesarios para acceder a la educación superior, lo cual marca una gran diferencia en Colombia para quienes aspiran a crecer financieramente.

Mi llegada a Italia no fue fácil. Tuve que realizar trabajos que jamás imaginé hacer en mi país, pero cada uno de esos trabajos fue una lección valiosa. Con el tiempo, y con la ayuda de mi familia, especialmente de mi madre, decidí dar un nuevo paso y viajar a Estados Unidos.

En Estados Unidos, pasé por varios trabajos, desde lavar platos y autos hasta lograr estabilizarme como agente de préstamos. Aunque estas experiencias me permitieron sobrevivir día a día, también sentía que la vida se me escapaba, trabajando sin poder realmente vivirla.